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viernes, 15 de octubre de 2010

Cap 4

4. Aquella noche


LUCIE

Roger se acercó a la barra después de hablar con él. Yo notaba que me miraba desde su mesa, sabía que me observaba con recelo para que le correspondiera de la misma forma, pero no lo había logrado, y me sentí orgullosa de que no lo hubiera hecho.

-Lucie, ese señor de la mesa seis quiere un descafeinado con dos de azúcar…
- ¡Ajá, perfecto, espera aquí que ahora mismo está!... – dije algo nerviosa – dos de azúcar, dos de azúcar….- refunfuñé y trasteé con los vasos.
-…y quiere hablar contigo…
-¡Qué! – exclamé al tiempo que hacía que Roger se sobresaltara. ¿¡Pero que demonios estaba buscando este ahora, no tenía bastante con ser “amigo” de Nathan!? - Dile a ese…señor…- dudé de esa palabra – dile que no puedo hablar, que estoy ocupada.
- Hem, vale…

Evité su mirada, me dí la vuelta y seguí con mis tareas… ¡No me podía creer que Nick tuviera el poco descaro de venir a mi trabajo a “hablar”!, ¡yo no tenía nada de que hablar!

Aquella misma noche llegué a casa agotada, subí los tres pisos hasta llegar a la puerta de Marie. Toqué y allí estaba ella. En pantalón corto, camiseta ancha y un moño enmarañado en la cabeza; y cómo no, descalza.
- ¡Nathan, mamá ya está aquí! – exclamó y miró hacia el interior desde el que se oía la risa alegre de Nathan y los ladridos del pequeño Toby, el cachorro de Marie.
-¡Nathan, vamos! – voceé yo también – ¡qué Toby y tú deben dormir ya!
-¿Estás bien?...te veo algo cansada – bajó el volumen de la voz apoyada en el marco de la puerta.
-Sí, bueno, ya sabes…atender, limpiar… - recordé a Nick.
-Ya, ya, ya…¿y se supone que eso me lo tengo que tragar? Me refiero a agotada psicológicamente. Sé que hoy no ha sido un día sencillo para ti… - volvió a mirar hacia adentro .
- No la verdad – bufé.
-¡Oye! ¿cómo es eso de que el niño conoció hoy a un tal Nicholas en el parque? – arqueó una ceja y cruzó los brazos.
*¡Mierda!*
-Hem, sí… - rasqué mi nuca.
- Y dice que sale en la tele… - agarró la puerta otra vez y susurró - ¡No me digas que es el mismo Nicholas que te dejó preñada, por favor!
- Mm...digamos que sí… - ella abrió los ojos de forma descomunal y se llevó una mano a la frente - pero fue algo casual… - contesté casi excusándome.
-¡Tía, no puedo creer que esto haya pasado! – resopló - ¿Te encontraste con ese cabrón y no le dijiste nada? – dijo indignada - ¡esto es increíble! Joder, es que parece mentira que…
- ¡Eh, eh! – la interrumpí – parece mentira ¿el qué? Marie, es el padre de mi hijo ¡y él no lo sabe!...¿qué le iba a decir? – susurré.
- Bueno, vale, el niño estaba presente, pero es que…Nathan le dio el regalo y todo…¿y si el tipo ya sabe que es suyo?
-Dios Marie, es imposible – volví a recordar a Nick en la cafetería – aunque…por otro lado esta tarde se presentó en el Roller Coaster y, con la excusa de un descafeinado, quiso hablar conmigo…- desvarié por un minuto con la idea de que Nick buscara a su hijo bastardo - ¿pero qué estoy diciendo?...va, seguro que es casualidad…
-Tía, solo te digo que esto es muy raro…
-Ya… - reaccioné - ¡Nathan! - exclamé. Oí los pasos apurados de este y a Toby tras él. Apareció corriendo por la puerta con el perro a sus pies.
-Mami, ¿me puedo quedar hoy en casa de tía Marie? Por favor… - jaló mi falda en señal de ruego.
-Nathan, hoy no…- imitó los ojos tristes del cachorro – mejor lo dejamos para otro día. Sé que quieres estar con Toby pero…
-Va, déjalo aquí y así tú descansas, te das un buen baño, te preparas un buen cacao caliente y te vas a dormir ¿sí?...Yo me ocupo de Nathan esta noche –Marie me sonrió y revolvió los rizos del pequeño, que ahora tenía abrazado al cachorro.
-Está bien, pero mañana hay que ir al cole…te traeré la ropa, la mochila y el desayuno – le indiqué a Nathan.

Aquella noche fue relajante, me acosté después de seguir los consejos de Marie y ver una película de reposición en la tele. Estaba agotada así que no recuerdo cuando fue que el sueño se apoderó de mí.


Otra noche más como otras. Un año desde que empecé a hacer esto. Sí, fue duro en un principio, pero Marie tenía razón, te acostumbras.
En mi zona habitual, con clientes habituales, todo estaba controlado.
En frente de mí paró un coche. Alargado, negro, impoluto. Un deportivo digno de un ricachón cachondo dispuesto a pagar lo que fuera porque una menor cumpliera sus fantasías. Otra vez a lidiar con viejos verdes.
Me incliné sobre la ventanilla, dejando ver mi escote pronunciado y así ofrecer mis servicios.
“Sube” , oí desde dentro. Una voz melodiosa, no parecía pertenecer a alguien demasiado mayor. Tal vez tuviera suerte hoy, sí señor.
Abrí la puerta y sin mediar palabra o mirada me senté y cerré el coche.
-Bueno, 100 dólares la hora, 250 el completo, 300 incluyendo sadomasoquismo y fantasías varias… -saqué el condón del bolsito – y una condición, jamás sin… - su mano se posó en mi mano y me obligó a mirarle.
- ¡Eh, para el carro pequeña! – me sonrió – todo eso, toda la noche y con… - me arrebató el condón de los dedos – mis condiciones.
Su cara, sus ojos, aquella sonrisa, su pelo…Aún a la luz de los faros y dentro de un coche podía reconocerlo.
-¿Nicholas? – pregunté entusiasmada. No reparé ni en el lugar, ni en la situación en la que le había encontrado, sólo sé que al fin estaba allí.
- Hem, sí…¿cómo? – frunció el seño.
-¡Nick, soy yo, Lucie! - exclamé a punto de abrazarlo.
-Lucie…- titubeó.
- Sí, Lucie…¡Luu! – le sonreí – Nueva Jersey… - dije ante su desconcierto.
- Oh sí, ¡ya recuerdo! – respondió con una sonrisa fingida en los labios. Arrancó el coche y condujo.
- ¡Oh, Dios, Nick…hace tanto que quería hablar contigo, y al fin te encuentro! Te preguntarás, ¿cómo es que acabaste aquí, así?... pues es todo muy complicado…-continué hablando durante diez minutos más, invadida por el entusiasmo, sin darme cuenta de que Nick seguía conduciendo, ignorante de toda palabra que salía de mi boca. Sin inmutarse ante mi relato.
Paró el coche frente al Hall Plaza de Nueva York, un lujoso hotel de cinco estrellas, solo apto para gente atiborrada de dinero.
Yo seguía hablando mientras, del brazo, me paseó por la recepción, me introdujo en el ascensor y me condujo a una suite.
Tenía la boca seca de tanto hablar, estaba entusiasmada de estar juntos al fin, de poder contarle todo lo que había pasado sin él, de lo mucho que le extrañé y lo mucho que necesité estar a su lado. Lo observaba sentada en los pies de la cama mientras continuaba con mi charla, él descorchaba una botella de champán y vertía la bebida en dos copas. Se paseaba por la habitación con elegancia. Desde luego él había cambiado tanto como yo. Alto, robusto, elegante, mucho más guapo que antaño… era realmente un galán a sus diecisiete años. Realmente el chico maravilloso del que me enamoré. O eso pensé.
-Toma esto – me indicó, extendiéndome la copa.
-Gracias – le sonreí. Él pegó un sorbo de su copa sin dejar de observarme de arriba abajo, con deseo. Esto hizo que me revolviera. Se creo un silencio.
-O mejor…- dejó la copa en las escaleras próximas a la cama - ¿por qué no empezamos ya?...hoy no estoy para tonterías… - se quitó la chaqueta y la arrojó lejos de mi vista. Se aproximaba a mi con mirada lujuriosa.

4 comentarios:

3 Contradictions dijo...

Dios! Sucumbe el deseo!!! Hahahaha

Nessie dijo...

Adoro a Nathan!!!

Marissa dijo...

no hay más?????

Anónimo dijo...

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