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lunes, 11 de octubre de 2010

Cap 2

  1. . El día del padre

Aquella mañana me levanté deseando que el día de hoy pasara sin demasiada importancia. No era un buen día, desde luego: el aniversario de la muerte de mi padre, el día de los padres… Desde luego, no, no lo era, pero debía continuar. Me preparé una taza de café mientras Nathan se tomaba su leche y me miraba extrañado; la tele estaba encendida, echaban las noticias, otra vez él y su mundo perfecto lleno de magnates, dinero y mentiras. Miraba la tele y bufaba, deseaba cambiar de canal pero su voz y su cara tras la de Nathan, esa sonrisa que dedicaba a la cámara, eso era lo que impedía que apagara el televisor y dejara de maldecir el momento en el que me enamoré de ese ser.

Llevé a Nathan a la guardería y me dirigí al Roller Coaster, la cafetería en la que trabajaba desde que estaba embarazada, y todo gracias a ella, Marie. Era la mujer más fuerte que conocía y a la vez la más inofensiva. Ella me había metido en aquel mundo en el que jamás debí haber entrado y me ayudó a salir de él. Desde siempre fue como la hermana que nunca tuve. Y ahora trabajábamos juntas y vivíamos puerta con puerta en el mismo edificio. Me acuerdo el primer día que la conocí:


“-¿Sabes que eres muy bonita? – me dijo una muchacha de pelo largo y castaño vestida con una minifalda y unas botas altas, realmente era muy guapa, pero algo vulgar.
-¿Cómo dice usted? – le pregunté extrañada sentada en el asfalto frío.
- No me trates de usted, solo tengo 19 años. Soy Marie, ¿y tú? – dijo ofreciéndome una de sus manos para incorporarme.
- Luu – dije aceptando su ayuda – tengo 16 años.
- ¿Enserio? Eres joven y bonita, con eso harías mucha pasta – me dijo mirándome de arriba abajo.
- ¿A que se refiere? – dije observando cómo daba una calada a su cigarrillo.
- Pues eso, que con mi profesión te ganarías la vida muy bien – me ofreció una sonrisa amable – deberías pensarlo. Es mucho mejor que recoger basura de los contenedores, pero no mucho mejor que haber estudiado, eso seguro – dio otra calada al cigarro.
- ¿Con su profesión se refiere a…? – la miré de arriba abajo y luego observé a mi alrededor. En cada esquina un coche parado, una chica de no más de veinte años, con minifaldas más cortas que su presupuesto.
- Exacto – me miró con seriedad sorbiendo el último aliento del pitillo – no es el mejor curro del mundo, de hecho seguro que será horrible para ti al principio, pero luego una se acostumbra a que la traten como a una pañuelo... ¿sabes? Se cobra muy bien, y hasta tienes clientes fijos.
- ¡Ni loca hago yo eso! –dije tapándome como si alguien pudiera ver a través de mi ropa raída y llena de mugre.
- ¿Prefieres seguir comiendo de la basura? – Me tocó el hombro y me miró a los ojos – si quieres seguir así, adelante, si no, aquí tienes una amiga para lo que necesites. – entonces dio dos pasos y recapacité.
-¿Por qué haces esto? – pregunté logrando que se parara y volteara.
- Porque sencillamente, me recuerdas a mi cuando empecé, y yo no tuve a nadie que me advirtiera sobre todos los cabrones con los que me iba a encontrar o calmara mi llanto después de mi primera vez. – La miré y no sé por qué, supongo que ella me inspiró confianza ante todo, pero asentí con la cabeza – Esta noche puedes dormir en mi casa – dijo guiándome hasta un edificio en ruinas, desde los que se oían disparos, alarmas de coches y gritos por todas partes. No era el mejor lugar del mundo, pero desde aquel momento encontré a mi única y verdadera mejor amiga.”


Llegó la tarde, me despedí de Marie, hasta después. Iba a recoger a Nathan y a afrontar el primer año en el que él sería consciente de que en su vida faltaban cosas, al igual que en la mía. Ya en la puerta de la guardería veía a los niños salir con sus regalos y engancharse a sus padres, con sus eternas sonrisas y sus ojos vidriosos por la felicidad, al igual que los rostros de sus padres, llenos de orgullo y gratitud. En cambio ahí estaba él, con una sonrisa carente de su acostumbrada felicidad, sosteniendo entre sus manos un lindo muñeco de papel, con su mochila a cuestas.
-Mami, ¿puedo ir al parque a jugar con mis amigos?
-Claro – respondí mecánicamente aguantando mis ganas de llorar, por trigésima vez en el día.
-¡Bien! – exclamó y echó a correr con el regalo aferrado a su mano.

Central Park nunca fue un lugar tan triste para mí, a pesar de estar lleno de tanta vida. Nathan se unió a todos esos niños, me miraba mientras se columpiaba, mientras corría me dedicaba sonrisas que parecían decirme: “Mamá soy feliz, no te preocupes” y no podía evitar odiar a Nick más en ese momento que en toda mi vida. “Con él todo esto sería más fácil, Nathan sería más feliz, YO sería más feliz”, bajé la cabeza y se me escapó una lágrima que cacé al vuelo. Nathan seguía sonriendo, feliz, ahora estaba un poco más lejos de mi vista, jugaba cerca de otro banco, cerca de otras personas. Agradecí su lejanía, mientras las lágrimas recorrían mis mejillas y los recuerdos no paraban de golpear mi mente. “¡Por qué me dejaste!”... gritaba en mi mente, “A ti, papá, a ti Thomas, y a ti Nick…"

NICK


Decidí llamarle, estaba muy lejos como para ir a visitarle, una tarjeta era algo muy frío para un día como este…sí definitivamente llamarle sería la mejor opción, o eso parecía.

-¡Papá, pero yo no tengo la culpa! – grité en medio de Wall Street.
-¡No me vengas con excusas, tú y tus hermanos me ignoran cada día!
-No digas eso papá, sabes que no es cierto… - las lágrimas amenazaban con aparecer.
-¡Olvídate de mí, desde que tu madre murió tus hermanos y tú solo saben darme disgustos!
-¡Papá, por favor…! – dije suplicante ante sus acusaciones. Una lágrima ya había recorrido mi mejilla, ahora caminaba rumbo a Central Park.
-¡Si fuera por mi… - continuaba con ese tono de dolor, como si me acusara ante un juez -...si fuera por mí! - volvió a repetir balbuceando – cerré los ojos, estaba enfadado – olvídate de que tienes padre, ¿si?... ¡es lo que haces cada día, y quiero que hoy en especial me olvides del todo! – sus palabras me sacudieron tanto que tuve que parar en medio del sendero del parque para coger aliento antes de oír los pitidos en mi móvil, señal de que papá había cortado. Eché a llorar.

Llevaba sentado en aquel banco una ahora. Tenía trabajo, como siempre, el senador del estado de Nueva York siempre lo tiene, pero ahora ya eso me daba igual. Mi móvil vibró por décima vez: “Nicholas, ¿dónde coño estás? Está a punto de empezar el meeting. ¡APARECE YA!”
Apagué el cacharrito y seguí pensando en la nada, pensando en papá, en mamá, en aquel accidente hacía dos años, en Kev, en Joe, en Frank… ¿qué nos había pasado?

-¡Ay, perdón señor! – una vocecilla se dirigió a mí y alcé la mirada – eso es mío – dijo un niño de unos tres años señalando un papel en el suelo, a mis pies. Lo recogí, era un muñeco de papel, con una graciosa corbata y unos zapatitos llenos de purpurina. Entonces sonreí ofreciéndoselo - Gracias – me sonrió y se sentó a mi lado – ¿usted no es el que sale en la tele?, es que mi mami siempre lo ve cuando sale – asentí ante el comentario y lo volví a ignorar, no estaba de humor – oiga…
-¿Sí? – dije en tono cansino.
-¿Usted tiene papá? – preguntó mirándome fijamente, entonces lo miré y me quedé en shock. Sus ojos rasgados, su pelo rizado y rubio, su mirada…
-Sí, si que lo tengo, pero…él está muy lejos – recordé a papá de nuevo.
-¡Oh, pues como mi papá! él vive en otra ciudad… - se quedó en silencio mientras miraba su muñeco - Toma - dijo extendiendo su monigote de papel hasta mí.
-¿Para mí?...-asintió levemente – no, no…esto será para tu papá, o tu abuelito, o tu tío…- el negó con la cabeza.
-No, mejor dáselo tú a tu papi, yo no puedo dárselo a nadie - y me sonrío tiernamente tras esto, entonces accedí e hice algo que hacía tiempo no hacía. Extendí mi meñique, él extendió el suyo y ambos los estrechamos – Gracias pequeñín… - él me sonrió de nuevo.

"¡Nathan!", se oyó decir.

-Me llama mi mamá – se apresuró a levantarse del banco.
-¿Nathan, te llamas? – pregunté con una sonrisa tonta en la cara – el asintió – Yo Nicholas.
-¡Anda, cómo mi papá!... – me sonrió y algo dentro de mi se sacudió.
-¡Nathan, vamos! – volví a oír y el niño dirigió su mirada hacia una muchacha, alguien que me resultaba familiar. Se aproximaba, parecía apurada. Me miró después de agarrar al pequeño por los hombros. Sus ojos, esa cara, su cabello, aquellos labios… su mirada de rencor lo confirmó todo… era ella y aún me recordaba.

3 comentarios:

Silentia dijo...

Encuentro con el hijo ^^ jooo suk, porque has estado tanto tiempo sin dar señales de vida? Aunque estoy contenta de que actualizes bastante regular, pero quiero emociones nuevas jejejeje (soy mala)

Te he extrañado demasiado!

Besos*

Nessie dijo...

Joo me he puesto a llorar como una tonta siguela please!

Anónimo dijo...

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