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sábado, 30 de abril de 2011

Hola hermosa

Hago un inciso en este blog dedicado a mi historia "In the other side of rainbow", porque ahora estoy muy lejos de los seres a los que amo y en especial de ella, mi madre, en un día tan especial como el día de la madre. Es el primer año que lo pasamos separadas, tan lejos la una de la otra.
Me duele tanto no estar con ella en estos momentos...

Sé que ella está orgullosa de mi, tanto como yo lo estoy de ella. Porque no es solo el hecho de que sea mi madre y por ello la quiera, si no que puedo decir a boca llena que tengo una madre digna de admirar, una mujer fuerte, con mucha paciencia, con mucho amor y con mucha determinación. Una mujer de la que estar orgulloso, como madre y amiga. Porque siempre - y cuando digo siempre es siempre, mi madre representará más de la mitad de mi alma. Porque sin ella no sabría como caminar - aunque ella bien me ha enseñado a intentarlo aunque me caiga y si ella algún día me hace falta y no está puede quedarse tranquila porque, desde luego, sabré ser fuerte, por mi y por ella. Y a pesar de que pueda estar llorando mientras escribo esta nota, ella me ha enseñado que no es malo llorar mientras te sepas secar las lágrimas y sigas adelante.

Te amo mamá, y siempre lo haré. Siempre te estaré eternamente agradecida por todo. Gracias por no limitarme, por darte cuenta de tus errores e intentar que no fueran los míos y, sobre todo, gracias por darme todo el amor y la comprensión que me has dado y me das, a pesar de todos los dolores de cabeza y los brotes de alergia que te causo.

Por eso y por muchas cosas más que no caben en una simple entrada en mi blog...
¡Feliz día de la madre!


Hola hermosa - (Hello beautiful - Jonas Brothers)

Hola hermosa
¿Cómo te va?
Escuché que está maravilloso en Gran Canaria (California)
He estado extrañándote
Es verdad...

Pero esta noche voy a volar
Sí, esta noche voy a volar
Porque puedo cruzar el mundo y verlo todo y jamás estar satisfecha...
si no puedo mirar esos ojos

Hola hermosa.
Ha pasado un largo tiempo
Desde que mi telefono sonó
Y tú estabas en esa línea
He estado extrañándote
Es verdad...

Pero esta noche voy a volar
Si esta noche voy a volar
Porque puedo cruzar el mundo y verlo todo y jamás estar satisfecha...
si no puedo mirar esos ojos.




Sukeyna.

martes, 19 de octubre de 2010

Cap 5

5. Falsa inocencia.


Tardé unos minutos en reaccionar, justamente lo que Nick tardó en desabrochar su camisa y llegar a mi altura. Como hizo con la chaqueta, tiró su camisa al lado de la cama y empezó a desabrocharse el cinturón justo delante de mi cara.
Yo estaba paralizada, con la copa de champán aún en la mano, las piernas me temblaban ante aquel panorama. Nicholas, el muchacho del que siempre estuve enamorada, ahora se desnudaba enfrente de mí con la intención de pagarme a cambio de sexo; además de estar haciéndolo sin remordimientos hacia nuestra amistad pasada, sin al menos un abrazo o palabras de reencuentro, como si yo fuera una total desconocida.

-Bueno, chica, te pago por que me diviertas esta noche, no para que te quedes ahí parada enfrente de mi. – dijo arrebatándome la copa de las manos y tirándola al suelo, manchando la moqueta.

-Nick, yo – titubeé antes de serenarme –Nick yo creía que tú y yo hablaríamos y…

-¡Ajá, hablar!...Um, interesante – se llevó la mano a la barbilla – entre pasar una noche de sexo salvaje con una prostituta a hablar con la misma, voy a escoger hablar porque es mucho más interesante. Sí, sí…- me levantó por los brazos y me atrajo a su pecho agarrándome por la cintura - A ver pequeña, mi pasado es solo eso, pasado. Ahora mismo solo estamos tú, una prostituta que ganará mucho dinero esta noche si hace bien su trabajo y yo, Nicholas Jerry Jonas, hijo del conocido empresario Paul Kevin Jonas. Y hoy vengo a celebrar mi entrada a la universidad de Nueva York así que…-cogió mi cara, rozó sus labios con los míos y me miró a los ojos – no me hagas enfadar y gánate el sueldo - susurró.

Estaba atónita e hipnotizada. Las lágrimas bailaban en mis ojos y mi piel no podía evitar erizarse ante el roce de la suya. Un contraste peligroso.

Solo recuerdo pequeños flashes: sus manos arrebatándome la ropa, tocándome con deseo, su cuerpo desnudo frotándose contra el mío, su respiración, sus susurros, nuestras pieles pegadas embadurnadas en sudor…

Una parte de mí estaba disfrutando aquella noche, ya que a pesar de sus palabras insensibles, no me trató mal, e hizo que cada momento fuera excitante, pero a pesar del deseo que sentía hacia él no podía evitar pensar en lo mucho que me había dolido que no me recordara de la misma forma que yo a él: con amor.

A la mañana siguiente él estaba allí, a mi lado durmiendo. Así parecía no poder hacerle daño a nadie, al igual que hacía nueve años atrás. Observé su cara, sus ojos cerrados, su nariz perfilada, sus labios carnosos, su pelo rizado enmarañado…¡no podía evitar pegar un suspiro a pesar de lo que había pasado! Siempre lo había amado, siempre fue mi eterno amor, jamás pensé que lo tendría de aquella forma.
Me vestí, cogí el dinero que estaba en el sobre encima de la mesilla de noche y me marché sin decir adiós. ¿Mi última imagen de él? Lo que parecía ser inocencia.


Desperté sobresaltada, bañada en sudor y con la imagen de su cuerpo desnudo clavada en mi mente.
Las 7:09 AM, debía despejarme y llevarle las cosas a Nathan para el colegio.
Me di una ducha, me vestí y preparé el desayuno mientras escuchaba el informativo en el que, por supuesto, aparecía él y pensé: “Aquella noche fuiste más mío que nunca, aunque yo jamás quise ser tuya así”

viernes, 15 de octubre de 2010

Cap 4

4. Aquella noche


LUCIE

Roger se acercó a la barra después de hablar con él. Yo notaba que me miraba desde su mesa, sabía que me observaba con recelo para que le correspondiera de la misma forma, pero no lo había logrado, y me sentí orgullosa de que no lo hubiera hecho.

-Lucie, ese señor de la mesa seis quiere un descafeinado con dos de azúcar…
- ¡Ajá, perfecto, espera aquí que ahora mismo está!... – dije algo nerviosa – dos de azúcar, dos de azúcar….- refunfuñé y trasteé con los vasos.
-…y quiere hablar contigo…
-¡Qué! – exclamé al tiempo que hacía que Roger se sobresaltara. ¿¡Pero que demonios estaba buscando este ahora, no tenía bastante con ser “amigo” de Nathan!? - Dile a ese…señor…- dudé de esa palabra – dile que no puedo hablar, que estoy ocupada.
- Hem, vale…

Evité su mirada, me dí la vuelta y seguí con mis tareas… ¡No me podía creer que Nick tuviera el poco descaro de venir a mi trabajo a “hablar”!, ¡yo no tenía nada de que hablar!

Aquella misma noche llegué a casa agotada, subí los tres pisos hasta llegar a la puerta de Marie. Toqué y allí estaba ella. En pantalón corto, camiseta ancha y un moño enmarañado en la cabeza; y cómo no, descalza.
- ¡Nathan, mamá ya está aquí! – exclamó y miró hacia el interior desde el que se oía la risa alegre de Nathan y los ladridos del pequeño Toby, el cachorro de Marie.
-¡Nathan, vamos! – voceé yo también – ¡qué Toby y tú deben dormir ya!
-¿Estás bien?...te veo algo cansada – bajó el volumen de la voz apoyada en el marco de la puerta.
-Sí, bueno, ya sabes…atender, limpiar… - recordé a Nick.
-Ya, ya, ya…¿y se supone que eso me lo tengo que tragar? Me refiero a agotada psicológicamente. Sé que hoy no ha sido un día sencillo para ti… - volvió a mirar hacia adentro .
- No la verdad – bufé.
-¡Oye! ¿cómo es eso de que el niño conoció hoy a un tal Nicholas en el parque? – arqueó una ceja y cruzó los brazos.
*¡Mierda!*
-Hem, sí… - rasqué mi nuca.
- Y dice que sale en la tele… - agarró la puerta otra vez y susurró - ¡No me digas que es el mismo Nicholas que te dejó preñada, por favor!
- Mm...digamos que sí… - ella abrió los ojos de forma descomunal y se llevó una mano a la frente - pero fue algo casual… - contesté casi excusándome.
-¡Tía, no puedo creer que esto haya pasado! – resopló - ¿Te encontraste con ese cabrón y no le dijiste nada? – dijo indignada - ¡esto es increíble! Joder, es que parece mentira que…
- ¡Eh, eh! – la interrumpí – parece mentira ¿el qué? Marie, es el padre de mi hijo ¡y él no lo sabe!...¿qué le iba a decir? – susurré.
- Bueno, vale, el niño estaba presente, pero es que…Nathan le dio el regalo y todo…¿y si el tipo ya sabe que es suyo?
-Dios Marie, es imposible – volví a recordar a Nick en la cafetería – aunque…por otro lado esta tarde se presentó en el Roller Coaster y, con la excusa de un descafeinado, quiso hablar conmigo…- desvarié por un minuto con la idea de que Nick buscara a su hijo bastardo - ¿pero qué estoy diciendo?...va, seguro que es casualidad…
-Tía, solo te digo que esto es muy raro…
-Ya… - reaccioné - ¡Nathan! - exclamé. Oí los pasos apurados de este y a Toby tras él. Apareció corriendo por la puerta con el perro a sus pies.
-Mami, ¿me puedo quedar hoy en casa de tía Marie? Por favor… - jaló mi falda en señal de ruego.
-Nathan, hoy no…- imitó los ojos tristes del cachorro – mejor lo dejamos para otro día. Sé que quieres estar con Toby pero…
-Va, déjalo aquí y así tú descansas, te das un buen baño, te preparas un buen cacao caliente y te vas a dormir ¿sí?...Yo me ocupo de Nathan esta noche –Marie me sonrió y revolvió los rizos del pequeño, que ahora tenía abrazado al cachorro.
-Está bien, pero mañana hay que ir al cole…te traeré la ropa, la mochila y el desayuno – le indiqué a Nathan.

Aquella noche fue relajante, me acosté después de seguir los consejos de Marie y ver una película de reposición en la tele. Estaba agotada así que no recuerdo cuando fue que el sueño se apoderó de mí.


Otra noche más como otras. Un año desde que empecé a hacer esto. Sí, fue duro en un principio, pero Marie tenía razón, te acostumbras.
En mi zona habitual, con clientes habituales, todo estaba controlado.
En frente de mí paró un coche. Alargado, negro, impoluto. Un deportivo digno de un ricachón cachondo dispuesto a pagar lo que fuera porque una menor cumpliera sus fantasías. Otra vez a lidiar con viejos verdes.
Me incliné sobre la ventanilla, dejando ver mi escote pronunciado y así ofrecer mis servicios.
“Sube” , oí desde dentro. Una voz melodiosa, no parecía pertenecer a alguien demasiado mayor. Tal vez tuviera suerte hoy, sí señor.
Abrí la puerta y sin mediar palabra o mirada me senté y cerré el coche.
-Bueno, 100 dólares la hora, 250 el completo, 300 incluyendo sadomasoquismo y fantasías varias… -saqué el condón del bolsito – y una condición, jamás sin… - su mano se posó en mi mano y me obligó a mirarle.
- ¡Eh, para el carro pequeña! – me sonrió – todo eso, toda la noche y con… - me arrebató el condón de los dedos – mis condiciones.
Su cara, sus ojos, aquella sonrisa, su pelo…Aún a la luz de los faros y dentro de un coche podía reconocerlo.
-¿Nicholas? – pregunté entusiasmada. No reparé ni en el lugar, ni en la situación en la que le había encontrado, sólo sé que al fin estaba allí.
- Hem, sí…¿cómo? – frunció el seño.
-¡Nick, soy yo, Lucie! - exclamé a punto de abrazarlo.
-Lucie…- titubeó.
- Sí, Lucie…¡Luu! – le sonreí – Nueva Jersey… - dije ante su desconcierto.
- Oh sí, ¡ya recuerdo! – respondió con una sonrisa fingida en los labios. Arrancó el coche y condujo.
- ¡Oh, Dios, Nick…hace tanto que quería hablar contigo, y al fin te encuentro! Te preguntarás, ¿cómo es que acabaste aquí, así?... pues es todo muy complicado…-continué hablando durante diez minutos más, invadida por el entusiasmo, sin darme cuenta de que Nick seguía conduciendo, ignorante de toda palabra que salía de mi boca. Sin inmutarse ante mi relato.
Paró el coche frente al Hall Plaza de Nueva York, un lujoso hotel de cinco estrellas, solo apto para gente atiborrada de dinero.
Yo seguía hablando mientras, del brazo, me paseó por la recepción, me introdujo en el ascensor y me condujo a una suite.
Tenía la boca seca de tanto hablar, estaba entusiasmada de estar juntos al fin, de poder contarle todo lo que había pasado sin él, de lo mucho que le extrañé y lo mucho que necesité estar a su lado. Lo observaba sentada en los pies de la cama mientras continuaba con mi charla, él descorchaba una botella de champán y vertía la bebida en dos copas. Se paseaba por la habitación con elegancia. Desde luego él había cambiado tanto como yo. Alto, robusto, elegante, mucho más guapo que antaño… era realmente un galán a sus diecisiete años. Realmente el chico maravilloso del que me enamoré. O eso pensé.
-Toma esto – me indicó, extendiéndome la copa.
-Gracias – le sonreí. Él pegó un sorbo de su copa sin dejar de observarme de arriba abajo, con deseo. Esto hizo que me revolviera. Se creo un silencio.
-O mejor…- dejó la copa en las escaleras próximas a la cama - ¿por qué no empezamos ya?...hoy no estoy para tonterías… - se quitó la chaqueta y la arrojó lejos de mi vista. Se aproximaba a mi con mirada lujuriosa.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Cap 3

3. Te odio por todo lo que te amo
LUCIE

Levanté la mirada tras limpiar los surcos que había dejado las lágrimas de mis recuerdos, cuando miré hacia donde se encontraba Nathan, sentado en uno de los bancos junto a un hombre que curiosamente me recordaba a él. Sacudí mi cabeza antes de reaccionar y levantarme.
Caminaba a paso ligero ¿qué demonios hacía Nathan hablando a un desconocido?... Un niño demasiado social para una sociedad demasiado corroída.

-¡Nathan! – lo llamé mientras me aproximaba. Mi mente me estaba traicionando; mi mente o mi corazón, sólo sé que mientras más me acercaba al banco, aquel hombre que hablaba con Nathan se me parecía más a Nick - ¡Nathan, vamos! – volví a exclamar hasta que Nathan me miró. En un par de zancadas me dispuse a su lado y lo agarré. Entonces la curiosidad pudo conmigo y lo miré. No podía creer lo que estaba pasando. Me paralicé, mi corazón bombeaba a una velocidad estrepitosa, no sabía si sonreír, llorar, pegarle o echarme a sus brazos y contarle todo lo que había pasado sin él. Pero entonces mi mente volvió a su cordura original.
Era Nick, aquella persona que me había hecho tantísimo daño tres años atrás, que había roto todo lo puro y bonito de nuestra amistad y me había dejado desamparada, con un hijo en mi vida y sin una triste sonrisa que poder mostrarle. Era un ser despreciable, lo odiaba, lo maldecía, maldecía cada una de sus sonrisas, cada una de sus miradas, cada una de sus palabras a lo largo de nuestra amistad, todas sus mentiras que me hizo creer, cada una de sus promesas, odiaba nuestro pasado, porque ahora solo era mío. Lo odiaba porque a pesar de todo aún lo amaba con todo mi corazón.

Simplemente le dediqué una mirada que me salió del alma. Una mirada que decía: TE ODIO, TE ODIO POR TODO LO QUE TE AMO. Agarré a Nathan y me dispuse a olvidar aquella mirada, que parecía decir: “perdóname”.

Cogí un taxi, ya era algo tarde y tenía algo de dinero. Nathan debía comer y yo ir al trabajo e ignorar todo lo que había pasado ese día.
De camino a casa no pude evitar preguntarle a Nathan qué le había dicho Nick.

-Nathan, ¿quién era ese señor con el que hablabas en el parque?
-Ese señor que tú ves en la tele – me dedicó una sonrisa – se llama como papá.
-¿Cómo…papá? – se me hizo un nudo en la garganta – ¿se llama…Nicholas?
- Sí, y somos amigos – miró hacia el frente y jugó con sus dedos. Entonces me percaté de que ya no llevaba el regalo.
-¿Amigos?...-sacudí la cabeza - ¿y tú regalito? – deseaba que la respuesta no fuera la que me imaginaba.
-Como somos amigos se lo dí a él – la respuesta que no quería oír.
-Pero…eso es para tú papá… - intenté no llorar. Esto no podía ser, esto no estaba pasando.
-Como yo no se lo puedo dar a mi papá y Nicholas sí se lo puede dar al suyo…- me miró con ojos tristes –no te enfades – tocó mi mano.
-No, tranquilo, no pasa nada…- cogí aire y pasé mi mano por sus hombros, él se acurrucó en mi pecho y cerró los ojos. Yo evité las lágrimas, miré a través de la ventana y no pude evitar gritar en mi mente: “¿¡Papá…por qué me pasa esto…por qué!?

Cuando llegué al portal toqué en casa de Marie, esperé a que ella bajara a por el niño para poder ir a cubrir mi turno en la cafetería.

-¡Lucie! – exclamó Monique, mi jefa - ¡menos mal que estás aquí!, ¿has dejado al niño con Marie?, ¿qué tal el día del padre? - siguió hablando mientras cocinaba una salchicha en la gran freidora junto a Hans, nuestro cocinero.
- Pues…¡Sí estoy aquí!, sí, dejé a Nathan con ella y…fatal. Bueno, ¿qué hay para hacer? - le dediquen una sonrisa.
- ¿Fatal?..uh, luego me contarás. Pues aquí está todo controlado, Roger se está encargando de aquellas mesas, tú puedes atender la mesa seis. – me indicó sin quitar la mirada del fiambre.
Miré hacia aquella mesa y lo vi. ¡No, no y no, ni de coña, vamos!
- Mo, por favor, ¿puedo fregar los suelos, o encargarme de otra mesa?...
- Bueno vale, pero dile a Roger que atienda a ese cliente – dijo mientras se limpiaba las manos grasientas en el delantal.

¡Gracias a Dios! ¿Qué demonios hacía él aquí, en mi mediocre cafetería, barrio o distrito? Este no era su lugar. Él iría normalmente a un sitio con más clase a tomarse un café, no sé yo…¡a Starbucks, puede!


NICK

Tal vez me estuviera volviendo loco, o simplemente la curiosidad pudo conmigo tal y como mató al gato, pero ese niño acababa de llevarse un suspiro de mi pecho, acababa de hacer aflorar mis recuerdos de Nueva Jersey, y su madre…¡su madre es ella! ¡Oh Dios, estoy prácticamente seguro de que es Luu! Así que majareta o no, cogí un taxi y la seguí hasta su casa. El 507 de Deelth Street, ¡perfecto!. Su piso, el tercero derecha. Esperé a que el niño entrara junto a una muchacha morena. Fue entonces cuando la seguí hasta la cafetería Roller Coaster, su lugar de trabajo.
Y aún sigo aquí, sentado en una mesa de la cafetería, mirando con disimulo hacia la barra, donde ella se encuentra, a ver si por casualidad nuestras miradas se cruzan y puedo acercarme a hablar. Ella me mira, pero me ignora. Siempre fue dura de pelar... Espero a que me atienda pero viene un chico, no mucho más joven que yo, alto, flacucho y con gafas grandes.
-¿Qué desea señor? – pregunta con una vocecilla que taladra mis tímpanos.
- Eh…un descafeinado con dos de azúcar – respondo sin quitarle ojo a ella.
-¿Algo más? – prosigue.
- Hem, sí mira. ¿Ves a aquella chica de la barra? – le indico con la cabeza – aquella que está atendiendo, ¿cómo se llama?
- ¿Aquella? Lucie, ¿por qué, desea decirle algo?
- Pues… ¡sí! ¿Puedes decirle que se acerque? Gracias. – le sonrío amablemente y este se dirige a la barra.
¡Esta podía ser mi oportunidad para hablar con ella!

lunes, 11 de octubre de 2010

Cap 2

  1. . El día del padre

Aquella mañana me levanté deseando que el día de hoy pasara sin demasiada importancia. No era un buen día, desde luego: el aniversario de la muerte de mi padre, el día de los padres… Desde luego, no, no lo era, pero debía continuar. Me preparé una taza de café mientras Nathan se tomaba su leche y me miraba extrañado; la tele estaba encendida, echaban las noticias, otra vez él y su mundo perfecto lleno de magnates, dinero y mentiras. Miraba la tele y bufaba, deseaba cambiar de canal pero su voz y su cara tras la de Nathan, esa sonrisa que dedicaba a la cámara, eso era lo que impedía que apagara el televisor y dejara de maldecir el momento en el que me enamoré de ese ser.

Llevé a Nathan a la guardería y me dirigí al Roller Coaster, la cafetería en la que trabajaba desde que estaba embarazada, y todo gracias a ella, Marie. Era la mujer más fuerte que conocía y a la vez la más inofensiva. Ella me había metido en aquel mundo en el que jamás debí haber entrado y me ayudó a salir de él. Desde siempre fue como la hermana que nunca tuve. Y ahora trabajábamos juntas y vivíamos puerta con puerta en el mismo edificio. Me acuerdo el primer día que la conocí:


“-¿Sabes que eres muy bonita? – me dijo una muchacha de pelo largo y castaño vestida con una minifalda y unas botas altas, realmente era muy guapa, pero algo vulgar.
-¿Cómo dice usted? – le pregunté extrañada sentada en el asfalto frío.
- No me trates de usted, solo tengo 19 años. Soy Marie, ¿y tú? – dijo ofreciéndome una de sus manos para incorporarme.
- Luu – dije aceptando su ayuda – tengo 16 años.
- ¿Enserio? Eres joven y bonita, con eso harías mucha pasta – me dijo mirándome de arriba abajo.
- ¿A que se refiere? – dije observando cómo daba una calada a su cigarrillo.
- Pues eso, que con mi profesión te ganarías la vida muy bien – me ofreció una sonrisa amable – deberías pensarlo. Es mucho mejor que recoger basura de los contenedores, pero no mucho mejor que haber estudiado, eso seguro – dio otra calada al cigarro.
- ¿Con su profesión se refiere a…? – la miré de arriba abajo y luego observé a mi alrededor. En cada esquina un coche parado, una chica de no más de veinte años, con minifaldas más cortas que su presupuesto.
- Exacto – me miró con seriedad sorbiendo el último aliento del pitillo – no es el mejor curro del mundo, de hecho seguro que será horrible para ti al principio, pero luego una se acostumbra a que la traten como a una pañuelo... ¿sabes? Se cobra muy bien, y hasta tienes clientes fijos.
- ¡Ni loca hago yo eso! –dije tapándome como si alguien pudiera ver a través de mi ropa raída y llena de mugre.
- ¿Prefieres seguir comiendo de la basura? – Me tocó el hombro y me miró a los ojos – si quieres seguir así, adelante, si no, aquí tienes una amiga para lo que necesites. – entonces dio dos pasos y recapacité.
-¿Por qué haces esto? – pregunté logrando que se parara y volteara.
- Porque sencillamente, me recuerdas a mi cuando empecé, y yo no tuve a nadie que me advirtiera sobre todos los cabrones con los que me iba a encontrar o calmara mi llanto después de mi primera vez. – La miré y no sé por qué, supongo que ella me inspiró confianza ante todo, pero asentí con la cabeza – Esta noche puedes dormir en mi casa – dijo guiándome hasta un edificio en ruinas, desde los que se oían disparos, alarmas de coches y gritos por todas partes. No era el mejor lugar del mundo, pero desde aquel momento encontré a mi única y verdadera mejor amiga.”


Llegó la tarde, me despedí de Marie, hasta después. Iba a recoger a Nathan y a afrontar el primer año en el que él sería consciente de que en su vida faltaban cosas, al igual que en la mía. Ya en la puerta de la guardería veía a los niños salir con sus regalos y engancharse a sus padres, con sus eternas sonrisas y sus ojos vidriosos por la felicidad, al igual que los rostros de sus padres, llenos de orgullo y gratitud. En cambio ahí estaba él, con una sonrisa carente de su acostumbrada felicidad, sosteniendo entre sus manos un lindo muñeco de papel, con su mochila a cuestas.
-Mami, ¿puedo ir al parque a jugar con mis amigos?
-Claro – respondí mecánicamente aguantando mis ganas de llorar, por trigésima vez en el día.
-¡Bien! – exclamó y echó a correr con el regalo aferrado a su mano.

Central Park nunca fue un lugar tan triste para mí, a pesar de estar lleno de tanta vida. Nathan se unió a todos esos niños, me miraba mientras se columpiaba, mientras corría me dedicaba sonrisas que parecían decirme: “Mamá soy feliz, no te preocupes” y no podía evitar odiar a Nick más en ese momento que en toda mi vida. “Con él todo esto sería más fácil, Nathan sería más feliz, YO sería más feliz”, bajé la cabeza y se me escapó una lágrima que cacé al vuelo. Nathan seguía sonriendo, feliz, ahora estaba un poco más lejos de mi vista, jugaba cerca de otro banco, cerca de otras personas. Agradecí su lejanía, mientras las lágrimas recorrían mis mejillas y los recuerdos no paraban de golpear mi mente. “¡Por qué me dejaste!”... gritaba en mi mente, “A ti, papá, a ti Thomas, y a ti Nick…"

NICK


Decidí llamarle, estaba muy lejos como para ir a visitarle, una tarjeta era algo muy frío para un día como este…sí definitivamente llamarle sería la mejor opción, o eso parecía.

-¡Papá, pero yo no tengo la culpa! – grité en medio de Wall Street.
-¡No me vengas con excusas, tú y tus hermanos me ignoran cada día!
-No digas eso papá, sabes que no es cierto… - las lágrimas amenazaban con aparecer.
-¡Olvídate de mí, desde que tu madre murió tus hermanos y tú solo saben darme disgustos!
-¡Papá, por favor…! – dije suplicante ante sus acusaciones. Una lágrima ya había recorrido mi mejilla, ahora caminaba rumbo a Central Park.
-¡Si fuera por mi… - continuaba con ese tono de dolor, como si me acusara ante un juez -...si fuera por mí! - volvió a repetir balbuceando – cerré los ojos, estaba enfadado – olvídate de que tienes padre, ¿si?... ¡es lo que haces cada día, y quiero que hoy en especial me olvides del todo! – sus palabras me sacudieron tanto que tuve que parar en medio del sendero del parque para coger aliento antes de oír los pitidos en mi móvil, señal de que papá había cortado. Eché a llorar.

Llevaba sentado en aquel banco una ahora. Tenía trabajo, como siempre, el senador del estado de Nueva York siempre lo tiene, pero ahora ya eso me daba igual. Mi móvil vibró por décima vez: “Nicholas, ¿dónde coño estás? Está a punto de empezar el meeting. ¡APARECE YA!”
Apagué el cacharrito y seguí pensando en la nada, pensando en papá, en mamá, en aquel accidente hacía dos años, en Kev, en Joe, en Frank… ¿qué nos había pasado?

-¡Ay, perdón señor! – una vocecilla se dirigió a mí y alcé la mirada – eso es mío – dijo un niño de unos tres años señalando un papel en el suelo, a mis pies. Lo recogí, era un muñeco de papel, con una graciosa corbata y unos zapatitos llenos de purpurina. Entonces sonreí ofreciéndoselo - Gracias – me sonrió y se sentó a mi lado – ¿usted no es el que sale en la tele?, es que mi mami siempre lo ve cuando sale – asentí ante el comentario y lo volví a ignorar, no estaba de humor – oiga…
-¿Sí? – dije en tono cansino.
-¿Usted tiene papá? – preguntó mirándome fijamente, entonces lo miré y me quedé en shock. Sus ojos rasgados, su pelo rizado y rubio, su mirada…
-Sí, si que lo tengo, pero…él está muy lejos – recordé a papá de nuevo.
-¡Oh, pues como mi papá! él vive en otra ciudad… - se quedó en silencio mientras miraba su muñeco - Toma - dijo extendiendo su monigote de papel hasta mí.
-¿Para mí?...-asintió levemente – no, no…esto será para tu papá, o tu abuelito, o tu tío…- el negó con la cabeza.
-No, mejor dáselo tú a tu papi, yo no puedo dárselo a nadie - y me sonrío tiernamente tras esto, entonces accedí e hice algo que hacía tiempo no hacía. Extendí mi meñique, él extendió el suyo y ambos los estrechamos – Gracias pequeñín… - él me sonrió de nuevo.

"¡Nathan!", se oyó decir.

-Me llama mi mamá – se apresuró a levantarse del banco.
-¿Nathan, te llamas? – pregunté con una sonrisa tonta en la cara – el asintió – Yo Nicholas.
-¡Anda, cómo mi papá!... – me sonrió y algo dentro de mi se sacudió.
-¡Nathan, vamos! – volví a oír y el niño dirigió su mirada hacia una muchacha, alguien que me resultaba familiar. Se aproximaba, parecía apurada. Me miró después de agarrar al pequeño por los hombros. Sus ojos, esa cara, su cabello, aquellos labios… su mirada de rencor lo confirmó todo… era ella y aún me recordaba.

domingo, 10 de octubre de 2010

1º Capítulo

1. Simplemente recuerdos

LUCIE

Os preguntaréis cómo comenzó todo este barullo, porqué ese niño, porqué tantos recuerdos nostálgicos...creo que lo primero es empezar por mi nombre. Me llamo Lucie Margaret Brown Proud, más conocida como Luu, me crié hasta los 10 años en mi casa de New Jersey junto a mi hermano Thomas, mi padre Rod, mi madre Caroline y nuestra niñera Nany. Vivíamos justo al lado de la familia Jonas Miller.
Ellos eran seis: El señor Paul su esposa Denise y sus cuatro hijos, Kevin, Joseph, Franklin y Nicholas. Este último era mi mejor amigo, con el cual compartía mis mayores ilusiones y secretos, pero tras la decisión de sus padres de mudarse al otro lado del país tuvimos que separarnos con apenas ocho años. Esto fue un palo para mí, pero aún me quedaba mi querido padre,
con el que guardaba una unión extrema. Transcurrió un año tras la ida de los Jonas, cuando a mi padre le diagnosticaron un tumor en el páncreas, maligno. Tras esta noticia mi familia se convirtió en un caos, mi hermano con apenas 6 años vivió peleas, llantos y desesperación junto a mí, hasta que llegó el día.


-¡Papá, papá! - exclamó Thomas desde el jardín, pero nadie contestó.
- Espera Thomas, seguro que papi está en el jardín trasero, no podrá oírte, entremos.- ambos corrimos hasta el salón, dejamos las mochilas en la entrada y corrimos hacia las escaleras pero Nany nos paró.
- Nany, ¿dónde está papá? queremos darle su regalo por el día del padre - dijo Thomas mostrando una tarjeta impregnada de purpurina de colores, y yo al tiempo mostré mi chapa en forma de arcoíris. Nany en ese momento contuvo el aliento y nos apartó de la escalera.
-Niños, vuestro padre no está aquí - cogió un pañuelo de su bolsillo y se secó el surco de las lágrimas - él... esta mañana... - y no pudo contener su llanto tras esto. Thomas me miró y me abrazó fuertemente mientras repetía "No es verdad Luu..."

Por mi mente pasaron millones de momentos junto a él: la primera vez que monté en bici, los partidos de baseball, nuestras tardes en el parque, mis cumpleaños, la navidad junto al árbol, las barbacoas con los Jonas, las vacaciones en casa de la abuela, las acampadas en el lago...

-¿Muerto? - susurré - no puede ser...

Entonces Thomas corrió a los brazos de Nany, la cual estaba sentada en el sofá del salón y lloraba aferrada a la camisa de papá. Yo me hallaba allí, en la entrada, junto a las escaleras, inmóvil, sin poder decir ni hacer nada por remediar lo que estaba pasando. Entonces empezó a llover.

Dos horas más tarde volvió mamá con los ojos entornados, hinchados a causa del llanto, y mojada por la lluvia. Thomas estaba en silencio, sentado en la escalera, sosteniendo entre sus manos el regalo de papá, dejando caer la purpurina pegada en la tarjeta; Nany estaba en la cocina, desde la cual corrió hasta el rellano, y yo...junto a la ventana mientras veía llover.

- ¿Estaá..está..bien señora? - preguntó Nany a mamá, la cual dejó las llaves en la repisa y se quitó la gabardina. Ella la ignoró. Tras esto Nany se dio la vuelta y nos animó a levantarnos - vamos niños, poneros el pijama que ya es tarde... - se acercó a mi y puso su mano en mi hombro - Luu, vamos pequeña - miré a mi hermano y luego a ella, pero no quise seguir sus indicaciones. Nuevamente miré hacia el exterior,
y para mi sorpresa ahí se encontraba... el arcoíris. Algo me hizo sonreír, entonces lo supe, papá, él, estaba ahí..."al otro lado".


Sí, papá murió y tras esto mamá no soportó la vida sin él, así que calló en depresión. Meses después fue despedida del trabajo, lo cual hizo que no pudiera pagar los servicios de Nany, y está apenada tuvo que marcharse. Mamá se volvió una adicta a los calmantes que el psicólogo le recomendaba, tanto que doblaba las dosis, y de las pastillas pasó a otro tipo de vicios: la bebida, el cigarro, la cocaína...Gastaba todos
sus ahorros en drogas. Lo peor de todo esto no era no poder comer, o tener que dejar la escuela, si no que en el tiempo que pasábamos en casa, mamá traía a toda clase de individuos con los cuales se acostaba y luego peleaba hasta que estos le pegaban y dejaban tirada a nuestros pies.
Este periodo en la vida de Thomas y en la mía duró un año, hasta que una noche nuestra vecina se percató de los chillidos que se oían desde nuestra casa: mamá peleando otra vez con uno de los tantos hombres que acostumbraba a traer. Esté la sacó de casa y la golpeó en el porche, luego le gritó desde el jardín y se perdió de vista. Thomas y yo intentamos meterla en casa otra vez, pero a pesar de que intentamos ocultarlo
la policía ya había llegado.
A partir de este momento todo cambió. Mamá fue llevada a juicio, y el juez dictaminó que debía ser internada en un centro de desintoxicación y nosotros debíamos ser dados al estado, o sea, metidos en un orfanato ya que nadie se haría cargo de nosotros.
Definitivamente como si no fuera poco perder a un amigo, a un padre, casi a una madre, la vida me tenía reservadas muchas cosas, y solo 6 meses después de todo aquello...


- Luu...no quiero irme sin ti - sollozó Thomas y luego se giró desde su cama.
- Debes hacerlo, esa familia te asegurará un buen futuro. Yo estaré bien - y metí una de sus camisas en la maleta y luego la cerré - pero antes quiero darte algo - me desenganché la cadenita que colgaba de mi cuello, aquella que 3 años antes me había dado Nick, y se la di a Thomas - cógela, te protegerá...
- ¡No Luu! es la cadena de la amistad entre Nick y tú...no es para mi...
- ¡Cógela!- insistí extendiéndola y poniéndola en su mano - es para que siempre recuerdes que estaré a tu lado - Thomas cogió la cadena, la apretó contra su pecho y luego me abrazó fuertemente - todo saldrá bien, ya verás. Papá nos protege desde arriba - le di un beso en la frente y luego lo guié hasta la puerta del cuarto donde esperaba la institutriz.
- Te quiero - dijo antes de desaparecer por aquella puerta del cuarto donde pasaría algunos años más.
- Te quiero - susurré yo cuando ya estaba sola. Me acurruqué tras esto en mi cama, y lloré hasta quedarme dormida del todo.



No sé como tantos recuerdos pueden venir a mi mente, tantas cosas en un tramo desde la guardería de Nathan hasta la estación de metro. Lo peor de todo, mis lágrimas se escapaban solas de mis ojos.

- Mamá, ¿estás llorando? - preguntó extrañado e hizo un ademán de limpiarme aquella lágrima que resbala por mi mejilla.
- No, cariño, solo que se me ha metido algo en el ojo, no te preocupes.- le respondí secando mi cara húmeda.
- ¡Mami! - dijo abriendo mucho sus rasgados ojos grises - mañana es el día de los papás...
- Sí, lo sé...- respondí y un nudo se formó en mi estómago.
- Y todos los niños de clase están haciendo unos muñecos muy bonitos, con corbata y zapatos brillantes...
- ¿De charol? - pregunté sonriendo ante su simplicidad.
- …Sí - exclamó - pero yo le dije a la profesora que no quería hacerlo - prosiguió poniéndose serio.
- Y ¿por qué has hecho eso?, es un trabajo de clase... ¿no?
- Sí…pero como yo no tengo ni papá ni abuelito no se lo puedo dar a nadie. - entonces cruzó sus pequeñas piernas y jugó con sus dedos mientras observaba el suelo del metro. Mi corazón se encogió, era cierto, no tenía ninguna figura paternal a su lado y esto hacía que recordara lo sola que también me encontraba yo. Sin mi padre, sin mi hermano y sin él, su padre.
- Bueno, tu hazlo, que ya encontraremos a alguien bueno al que regalárselo - le dije intentando darle ánimos - por ejemplo... a aquel señor tan simpático que limpia el portal de nuestro edificio, o a mi jefe, por conservar mi trabajo… ¿te parece? - le sonreí y lo rodeé con mi brazo.
- Mami no soy Superman, no puedo terminarlo yo solo…- dijo con tristeza.
Tú inténtalo, que seguro que con tus súper-poderes puedes - le dije y revolví sus rizos rubios entre mis dedos, tras esto me sonrió tal y como Nick lo hacía... ¿por qué demonios se parecerían tanto?...

sábado, 9 de octubre de 2010

ASÍ EMPEZÓ TODO

Y ASÍ EMPEZÓ TODO


-Prométeme que no me olvidarás - susurró mientras me abrazaba a las afueras de mi casa.

-Nunca podría olvidarte - una lágrima se escapó de mis ojos.

-Para que no lo hagas, toma esto - entonces extendió su mano y mostro una pequeña cadena con el extremo de un arcoíris - esto es para que recuerdes que aunque yo esté en un extremo - mostró un collar que pendía de su cuello - y tú estés en otro, siempre estaremos juntos.

Se acercó a mi y me colocó la cadena, me miró a los ojos y besó mi mejilla.

- Te quiero- agachó la cabeza mientras agarraba mis manos.

- Yo siempre te he querido y siempre lo haré - le respondí.

-¡Nicholas! - se oyó desde el coche situado a unos metros de nosotros - ¡Tenemos que salir ya! - Paul gritaba desde el coche - ¡El avión a Los Ángeles sale en una hora!


Entonces Nick, aquel niño dulce de ocho años me, me miró con prisa y recelo, titubeó y finalmente besó mis labios

-Te esperaré - susurró cuando sus labios se despegaron de los míos.

-Y yo a ti

Se deshizo de mis manos, me miró a los ojos por última vez y se alejó corriendo junto a su madre, Denise, para meterse en el coche al lado de sus hermanos, marchándose de mi vida, dejándome allí, parada frente al jardín donde tantas veces soñamos juntos.

No pude evitar llorar cuando el coche de los Jonas se alejó tras aquella curva y desapareció de mi vista.

Entonces papá salió de casa y se acercó a mí: "Pequeña, las personas que de verdad te quieren nunca se alejan de ti del todo"


Que lindos tiempos aquellos, con apenas ocho años, cuando mi padre aún estaba vivo y podía calmar mis penas a su lado.

Una lágrima se resbala por mi mejilla y otro recuerdo asalta mi mente.


-Chiquitina ¡Mira esto! - exclamó papá desde la ventana haciéndome correr hacia él.

¿Qué pasa? - respondió dando saltitos con intención de alcanzar aquella ventana que me sacaba casi treinta centímetros más.

-ven aquí - mi padre me cogió en brazos y me alzó - ¿ves eso? - dijo señalando un arco de colores que surcaba el cielo - ese es el arcoíris - respondió.

- ¿Y por qué está ahí? - pregunté sin dejar de admirarlo.

- Pues porque cuando Dios mandó como castigo a los humanos el Diluvio Universal y Noé construyó su arca, lo creó en señal de alianza, de hermandad, prometiendo que jamás inundaría la tierra y que cada vez que lloviera un arco de todos los colores atravesaría el cielo haciendo sonreír a grandes y pequeños. Dios lo ha enviado en señal de amistad.

Entonces lo miré y su sonrisa y sus bonitos ojos grises me hicieron sonreír en compañía del arcoíris.


Apenas tendría cinco años, cuando supe la historia de aquel símbolo que me acompañaría durante toda mi vida.

-¡Mamá, mamá! - su pequeña voz retumbó en mis oídos. Entonces desperté de mi ensoñación. - ¡Mamiiií!

Reaccioné y me encontré en el mismo lugar, en aquel parque justo al lado de la guardería municipal y en frente de mi, Nathan. Mi única razón, mi fuerza y mis ganas de seguir y definitivamente lo único que me quedaba de él...